15 de junio de 2012

La sabiduría de Odín




Para obtener la gran sabiduría por la que es tan famoso, Odín en los albores del tiempo,
visitó el manantial de Mimir (Memoria), la fuente de todo ingenio y sabiduría, en cuyas
profundidades se reflejaba claramente incluso el futuro y buscó al anciano que lo
vigilaba para que le dejara tomar un trago. Pero Mimir, que conocía bien el valor de un
favor tal, rehusó concederlo, a menos que Odín consintiera en darle uno de sus ojos a
cambio.
El dios aceptó sin dilaciones y se arrancó uno de sus ojos, el cual Mimir lo guardó como
garantía, hundiéndolo en las profundidades de su manantial. Bebiendo abundantemente
de las aguas, Odín se hizo con el conocimiento que ansiaba, sin lamentar jamás el
sacrificio que había hecho, pero en memoria de aquel día arrancó una rama del árbol
sagrado Yggdrasil, que daba sombra al manantial y fabricó con ella su lanza Gungnir.

Gol de Mujer




Jueves 14 de Junio de 2012, Nueva York: La presidenta Cristina Fernández participa de la Sesión "Cuestión Malvinas" del Comité especial de Descolonización de las Naciones Unidas, donde se analiza el proceso para concluir la situación de colonialismo que afecta a las Islas del Atlántico Sur.


9 de junio de 2012

La insoportable levedad del ser




La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial?
El mito del eterno retorno viene a decir, per negatio-nem, que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si ha sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan. No es necesario que los tengamos en cuenta, igual que una guerra entre dos Estados africanos en el siglo catorce que no cambió en nada la faz de la tierra, aunque en ella murieran, en medio de indecibles padecimientos, trescientos mil negros.
¿Cambia en algo la guerra entre dos Estados africanos si se repite incontables veces en un eterno retorno?
Cambia: se convierte en un bloque que sobresale y perdura, y su estupidez será irreparable.
Si la Revolución francesa tuviera que repetirse eternamente, la historiografía francesa estaría menos orgullosa de Robespierre. Pero dado que habla de algo que ya no volverá a ocurrir, los años sangrientos se convierten en meras palabras, en teorías, en discusiones, se vuelven más ligeros que una pluma, no dan miedo. Hay una diferencia infinita entre el Robespierre que apareció sólo una vez en la historia y un Robespierre que volviera eternamente a cortarle la cabeza a los franceses.
Digamos, por tanto, que la idea del eterno retorno significa cierta perspectiva desde la cual las cosas aparecen de un modo distinto ha como las conocemos: aparecen sin la circunstancia atenuante de su fugacidad. Esta circunstancia atenuante es la que nos impide pronunciar condena alguna. ¿Cómo es posible condenar algo fugaz? El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia; todo, incluida la guillotina.
No hace mucho me sorprendí a mí mismo con una sensación increíble: estaba hojeando un libro sobre Hitler y al ver algunas de las fotografías me emocioné: me habían recordado el tiempo de mi infancia; la viví durante la guerra; algunos de mis parientes murieron en los campos de concentración de Hitler; ¿pero qué era su muerte en comparación con el hecho de que las fotografías de Hitler me habían recordado un tiempo pasado de mi vida, un tiempo que no volverá?
Esta reconciliación con Hitler demuestra la profunda perversión moral que va unida a un mundo basado esencialmente en la inexistencia del retorno, porque en ese mundo todo está perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido.

"La insoportable levedad del ser" de Milan Kundera

1 de junio de 2012

Dios, ese neurótico




“Creo que se denominó Dios al primer hombre que se volvió loco.

El segundo hombre no enloqueció: era el psicópata y fue él quien realizó la descripción del milagro. Como no podía acceder a esa experiencia, la tergiversó, la mitificó hasta transformarla en utopía, es decir, en imposibilidad alcanzable.

El tercer hombre no vio lo que le sucedió al primero y sí escuchó la descripción, la versión del segundo. Fue un paranoico que, sospechando esencialmente del relato del psicópata, terminó negando la experiencia de la locura.

El cuarto hombre fue el engendro producido por los relatos del psicópata y el paranoico. El neurótico ni siquiera conoce la posibilidad de la existencia del primer hombre.

El segundo Dios fue el primer hombre que no se volvió loco. Sobre ese Dios neurótico se montaron las civilizaciones, las filosofías y -especialmente- los lenguajes, que son sólo complejos dispositivos de la mentira. Porque el mundo, su entraña, está constituido por una gigantesca mentira. De la verdad sólo queda un dolor en los pliegues profundos del abismo del alma, una inquietante angustia que es solamente el pus de esa herida.”

[Enrique Symns, La vida es un bar]

Fuente

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